Saturday, January 31, 2009

Paranoia.

Prometí que lo continuaria, y eso es lo que estoy haciendo.

Cómo me es costumbre ventilar mi ser,
Tal es menester.

Empieza una nueva hoja.

Yo, sacerdote, me visto con nuevos hábitos. El aire es más húmedo e acogedor, baila entre las demás brisas juvenilmente. Los eclipses de luna pequeña son tan frecuentes que su imagen arden en mi retina, pero me recupero, pero nunca al completo. Mi templo está en un vaivén constante, en el extremo de un pendulo. Pero la base del pendulo está encima de mi espalda. Cae lentamente con los empujes glaciares, y mis quemaduras se agravan en consecuencia. Tales quemaduras me evitan ver claramente sin su interferencia. Agradable es.

A veces, tales quemaduras me consumen por completo a la irreconocibilidad. Agradable es.

Pero temo que si los pilares de mi templo son de cemento. Si no he sido engañado por simples apariencias. Decido coger un cincel y cavar en su interior.

Los pilares parecen veraces. Decido lanzar una piedra al vacio. No ogio eco. Es buena señal?

Los eclipses han girado en dirección contrareloj. El péndulo se ha congelado y mis quemaduras son mas dolorosas en vez de agradables. Una cimitara en consecuencia vaivenea alrededor de mí, impactando ocasionalmente, cada vez mas frecuente y fuerte.

Quizás la falta de péndulo me ha hecho una vez mas mirar los pilares. Los observo por horas. Son veraces?

El pendulo se ha movido, y se detiene justo al otro lado. Las quemaduras me hacen perder la razón, no puedo emitir palabra comprensible. Y las quemaduras me agradan e me consumen.

Hay un breve momento, cuando el péndulo se restablece, que me preocupan cuanto de planchado está mi túnica, pero ya se ha ido tal preocupación.

Una vez mas. El pendulo se ha movido, y se detiene justo al otro lado. Las quemaduras me hacen perder la razón, no puedo emitir palabra comprensible. Y las quemaduras me agradan e me consumen.

Una deidad sospecha sobre mis oraciones. Yo me rio interiormente.

Un suspiro del eclipse de luna pequeña me indica que va a posicionarse en ambos lados del péndulo. Me alegro y me preocupo a la vez.

Hay un breve momento otra vez, cuando el péndulo se restablece, que me preocupan cuanto de planchado está mi túnica, pero ya se ha ido tal preocupación.

El eclipse me indica que el péndulo ha de oxidarse para el verano. No me alegro tanto, pero me abriga saber que volerá en otoño.

El eclipse se cayó. Yo, sacerdote quise con todas mis ganas recogerla con mi coraza, pero no ha podido ser así. Yo quise con todas mis ganas recoger el eclipse de luna pequeña y volver a colocarla en su lugar. Pero no lo hice. Me detuvo la coraza.

Ultimamente me pesa una coraza.

Una deidad, un reflejo del eclipse he sido despedazada. Ojalá pueda ayudar a reconstruirla y restuararla.

Doy la espalda al eclipse de luna pequeña, tan sólo para mirarlo por un espejo constantemente.

El eclispe ha visitado la tierra de estas letras.

Un sable se clava en mí. Una persiana del templo se ha roto. Pero intentar taparlo, con la coraza, daña al eclipse y un sable se clava en mí. Inevitablemente, luz traspasará la persiana. Que hago? Pienso en la opción de deshacerme de la coraza, que en el último movimiento del péndulo, se ha hecho demasiado gruesa.

Me consume el fuego una vez mas, mas y mas me consume, que es el efecto del último son del péndulo. Ahora se ha de congelar en el otro extremo.

Mi cantar favorito sonó al contemplar el eclipse de luna pequeña. Me embriagó la combinación.

Una cuña formada por la coraza y un reloj pesa sibre las tierras del templo. He de actuar.

Otra vez mas. El pendulo se ha movido, y se detiene justo al otro lado. Las quemaduras me hacen perder la razón, no puedo emitir palabra comprensible. Y las quemaduras me agradan e me consumen.

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